-Te veo en el estudio… a las cuatro, si…- Meryl hablaba por
teléfono con su esposo, que estaba trabajando en su estudio, cerca de su
apartamento. Habían vuelto de Italia hacía solo cuatro días y ella ya tenía una reunión de trabajo, luego
almorzaría y después iría a verlo al estudio. Don estaba trabajando también,
los dos se habían avocado de lleno a sus cosas en los días de vuelta en la
ciudad.
Él pensaba en su esposa mientras trabajaba en una nueva escultura, ella era su inspiradora, siempre lo había sido. Este día Don llevaba jeans gastados, una remera mangas cortas que dejaba ver sus músculos trabajados y zapatillas sport. Meryl llegó a las cuatro en punto, tal como había quedado con él, entró al estudio con sus llaves y luego subió las escaleras.
En la planta baja del estudio había muchas obras ordenadas, como en exposición y arriba era donde Don trabajaba en ellas. Meryl sonrió, mirando como trabajaba concentrado y terminó de subir los últimos escalones, Don escucho el sonido de sus tacos retumbando en el piso de madera y se dio vuelta sonriente cuando la vio allí, miró su reloj y comprobó que eran las cuatro.
-Hola- le dijo ella.
-Ya termino… espérame.
-Sigue tranquilo, yo esperaré aquí- Meryl dijo y se sentó en un sofá, cruzando sus piernas, Don siguió trabajando por un rato, mirándola a veces. Estaba hermosa, con un pantalón negro, una camisa crema que dejaba traslucir su bra, el pelo recogido y las gafas negras que siempre usaba. Ella lo miraba muy interesada en cada movimiento que hacía, como iba armando una escultura. Meryl amaba mirar como él trabajaba pero Don muchas veces no se lo permitía, porque le gustaba estar solo cuando lo hacía y ella lo entendía. Ahora que podía mirarlo todo el tiempo, lo hizo hasta que él dejó de trabajar, le quedaba la mitad por terminar de esa escultura de dos metros de alto, se acercó a su esposa quien se puso de pie y la rodeó con sus brazos, la besó y sonrió como siempre lo hacía cuando la tenía cerca.
-Que puntual eres…
-Por supuesto que lo soy- le dijo ella y posó sus manos sobre los hombros de el –hubieras seguido trabajando… me gusta ver como armas las esculturas.
-Tengo cosas mejores que hacer.
-¿Como qué?- preguntó Meryl risueña.
-Estar contigo, besarte, abrazarte… hacer todo lo que a ti te gusta- él le dijo sugestivamente mientras la besaba en el cuello, Meryl movió su cabeza hacia el costado para que el tenga mejor acceso y sonrió complacida.
-¿Todo lo que a MI me gusta?- le pregunto ella poniéndole énfasis al “mi” y le acarició los brazos y luego su pecho.
Don lentamente comenzó a desabrocharle los botones de la camisa y cuando estuvo completamente abierta pasó sus manos alrededor de su estrecha cintura, sintiendo su suave piel, besándola despacio pero profundamente, con pasión.
-Todo… lo… que… a los… dos… nos…. gusta- él le dijo sobre los labios y se los mordisqueó entre sonrisas, Meryl no pudo evitarlo y pasó sus manos alrededor de la nuca de su esposo, lo besó apasionadamente y Don hizo que ambos cayeran sobre el sofá, mientras le fue quitando una a una las prendas y ella hizo lo mismo con la remera de él y luego de deshacerse del cinturón de él, le bajó el cierre de los pantalones y éstos ayudándose son sus piernas. Don la besaba con mucha pasión, los dos se miraron jadeantes, deseosos el uno del otro, Meryl introdujo su mano dentro de los bóxers de él, pero Don se la apartó rápidamente -iremos despacio esta vez… y como yo diga- él le dijo y ella asintió, dejándolo hacer, volviéndola loca con cada caricia, con cada beso. No había parte de su cuerpo la cual Don no había tocado o besado. El momento había llegado, estaba lista para recibirlo, el se acomodó entre sus piernas y ella lo envolvió pasando éstas alrededor de la cintura de él, Don se introdujo dentro de ella con un movimiento suave y entre palabras de amor, sonrisas y promesas los dos llegaron al clímax, extasiados se miraron y Meryl dulcemente le acaricio la mejilla, Don se hundió mas dentro de ella y se hicieron uno solo nuevamente, dejando sus cuerpos juntos por minutos, abrazados, respirando agitadamente.
-Te amo Mary- Don le dijo sonriente, entrecortadamente por su respiración.
-Y yo a ti mi amor- Meryl movió sus manos por la espalda de él y Don se hizo a un lado, recostándose al lado de ella, de costado, abrazándola desde atrás y acariciándole su cadera, Meryl enredó sus piernas con las de él y cerró los ojos cuando lo sintió tan cerca suyo, enredó su mano en la nuca de él y miró hacia atrás, dejando que él la besara –cada día eres más maravilloso…- ella le dijo.
-Sólo para ti. -Si, sólo para mi... mi marido, mi amigo, mi amante, todo mio.
-¿También amante?- él preguntó con una sonrisita burlona.
-Por supuesto... somos amantes... hoy y siempre... no quiero otro hombre.
Donald la besó y envolviéndola con sus brazos la hizo sentir mejor que nunca, los dos eran felices, no había nada mejor que éstos momentos en los cuales se decían todo lo que significaban el uno para el otro.
Él pensaba en su esposa mientras trabajaba en una nueva escultura, ella era su inspiradora, siempre lo había sido. Este día Don llevaba jeans gastados, una remera mangas cortas que dejaba ver sus músculos trabajados y zapatillas sport. Meryl llegó a las cuatro en punto, tal como había quedado con él, entró al estudio con sus llaves y luego subió las escaleras.
En la planta baja del estudio había muchas obras ordenadas, como en exposición y arriba era donde Don trabajaba en ellas. Meryl sonrió, mirando como trabajaba concentrado y terminó de subir los últimos escalones, Don escucho el sonido de sus tacos retumbando en el piso de madera y se dio vuelta sonriente cuando la vio allí, miró su reloj y comprobó que eran las cuatro.
-Hola- le dijo ella.
-Ya termino… espérame.
-Sigue tranquilo, yo esperaré aquí- Meryl dijo y se sentó en un sofá, cruzando sus piernas, Don siguió trabajando por un rato, mirándola a veces. Estaba hermosa, con un pantalón negro, una camisa crema que dejaba traslucir su bra, el pelo recogido y las gafas negras que siempre usaba. Ella lo miraba muy interesada en cada movimiento que hacía, como iba armando una escultura. Meryl amaba mirar como él trabajaba pero Don muchas veces no se lo permitía, porque le gustaba estar solo cuando lo hacía y ella lo entendía. Ahora que podía mirarlo todo el tiempo, lo hizo hasta que él dejó de trabajar, le quedaba la mitad por terminar de esa escultura de dos metros de alto, se acercó a su esposa quien se puso de pie y la rodeó con sus brazos, la besó y sonrió como siempre lo hacía cuando la tenía cerca.
-Que puntual eres…
-Por supuesto que lo soy- le dijo ella y posó sus manos sobre los hombros de el –hubieras seguido trabajando… me gusta ver como armas las esculturas.
-Tengo cosas mejores que hacer.
-¿Como qué?- preguntó Meryl risueña.
-Estar contigo, besarte, abrazarte… hacer todo lo que a ti te gusta- él le dijo sugestivamente mientras la besaba en el cuello, Meryl movió su cabeza hacia el costado para que el tenga mejor acceso y sonrió complacida.
-¿Todo lo que a MI me gusta?- le pregunto ella poniéndole énfasis al “mi” y le acarició los brazos y luego su pecho.
Don lentamente comenzó a desabrocharle los botones de la camisa y cuando estuvo completamente abierta pasó sus manos alrededor de su estrecha cintura, sintiendo su suave piel, besándola despacio pero profundamente, con pasión.
-Todo… lo… que… a los… dos… nos…. gusta- él le dijo sobre los labios y se los mordisqueó entre sonrisas, Meryl no pudo evitarlo y pasó sus manos alrededor de la nuca de su esposo, lo besó apasionadamente y Don hizo que ambos cayeran sobre el sofá, mientras le fue quitando una a una las prendas y ella hizo lo mismo con la remera de él y luego de deshacerse del cinturón de él, le bajó el cierre de los pantalones y éstos ayudándose son sus piernas. Don la besaba con mucha pasión, los dos se miraron jadeantes, deseosos el uno del otro, Meryl introdujo su mano dentro de los bóxers de él, pero Don se la apartó rápidamente -iremos despacio esta vez… y como yo diga- él le dijo y ella asintió, dejándolo hacer, volviéndola loca con cada caricia, con cada beso. No había parte de su cuerpo la cual Don no había tocado o besado. El momento había llegado, estaba lista para recibirlo, el se acomodó entre sus piernas y ella lo envolvió pasando éstas alrededor de la cintura de él, Don se introdujo dentro de ella con un movimiento suave y entre palabras de amor, sonrisas y promesas los dos llegaron al clímax, extasiados se miraron y Meryl dulcemente le acaricio la mejilla, Don se hundió mas dentro de ella y se hicieron uno solo nuevamente, dejando sus cuerpos juntos por minutos, abrazados, respirando agitadamente.
-Te amo Mary- Don le dijo sonriente, entrecortadamente por su respiración.
-Y yo a ti mi amor- Meryl movió sus manos por la espalda de él y Don se hizo a un lado, recostándose al lado de ella, de costado, abrazándola desde atrás y acariciándole su cadera, Meryl enredó sus piernas con las de él y cerró los ojos cuando lo sintió tan cerca suyo, enredó su mano en la nuca de él y miró hacia atrás, dejando que él la besara –cada día eres más maravilloso…- ella le dijo.
-Sólo para ti. -Si, sólo para mi... mi marido, mi amigo, mi amante, todo mio.
-¿También amante?- él preguntó con una sonrisita burlona.
-Por supuesto... somos amantes... hoy y siempre... no quiero otro hombre.
Donald la besó y envolviéndola con sus brazos la hizo sentir mejor que nunca, los dos eran felices, no había nada mejor que éstos momentos en los cuales se decían todo lo que significaban el uno para el otro.